Hoy he despertado y me he preguntado: ¿Qué será de mi cuando todo acabe, cuando llegue el fin para mí?
Soy suficientemente consciente a mis trece años de que no puedo eludir a la muerte, debo regresar a la tierra a la posición del sueño. Voy a morir tal vez esta noche, o esta mañana o tal vez dentro de seis décadas, pero no quiero que mi cuerpo se pudra en una caja de madera bajo tierra, deseo ser incinerada con el fuego y que mis cenizas vuelen en un sitio lejano a mi nacimiento, quiero que me esparzan cerca de la piramide de Giza, por mi pasión a los misterios y que mis familiares en lugar de llorar amplien sus conocimientos en el tiempo que les queda viajando en mi lugar.
He asumido que no podre averiguar las miles de preguntas que fluyen cada día en mi mente como el ciclo del agua de la montaña, como glaciares que avanzan a una respuesta pero que se desvanecen antes de llegar al mar, a la respuesta.
El ser humano nace en la ignorancia y muere de igual modo. Así pues mi meta en la vida es cumplir todos mis deseos por mi misma, todos menos seguir aprendiendo sobre mi existencia, quiero dejar de obsesionarme con mi fin.
Pero como una amiga mía dice; El final no es la muerte ,es el olvido.
Por eso escribo aquí, en mi diario, en mis cuadernos, en la mente de los que conozco, porque yo quiero que mi estancia en la vida sea eterna. Que mi vida resurge a través de mis palabras como lo hace Ana Frank cada vez que leo su triste diario.
Paula Becerra
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